¿Qué debemos pensar de la Fraternidad San Pedro?
Desde la introducción de los nuevos ritos sacramentales, Roma no permitió a ninguna Fraternidad o Congregación el uso exclusivo de los antiguos. Luego, el 30 de junio de 1988, Mons. Lefebvre consagró cuatro obispos para asegurar la supervivencia del sacerdocio tradicional y de los sacramentos, y especialmente de la antigua Misa. De repente, en dos días, Juan Pablo II reconoció las "legítimas aspiraciones" a estas cosas (de quienes no apoyasen la posición del arzobispo) y permitió que se les diera lo que siempre había negado a Mons. Lefebvre. Una docena de sacerdotes de la Fraternidad San Pío X aceptaron esta “buena voluntad” y se marcharon para fundar la Fraternidad San Pedro.
Por tanto, pueden deducirse los más que cuestionables principios (que, confiamos, ni siquiera sus miembros aceptarían si se les explicitasen) sobre los cuales está fundada la Fraternidad San Pedro:
- la Iglesia Conciliar es la Iglesia Católica (sólo lo es en la medida en que coincida con la Iglesia preconciliar);
- el Papa puede excomulgar a un obispo que hace cuanto puede para perpetuar un episcopado ortodoxo, sabiendo que Roma no lo garantiza;
- la Iglesia Conciliar tiene poder para prohibir la Misa de siempre (puesto que el Novus Ordo Missae no es una nueva forma de él), autorizarla sólo a quienes acepten las mismas novedosas orientaciones de la Iglesia conciliar (en vida, creencias, estructuras, etc.), y a declarar no católicos a quienes las niegan de palabra u obra;
- una Iglesia, que se confiesa en comunión con cualquiera que se llame a sí mismo “cristiano”, puede declararse fuera de la comunión con católicos cuyo único crimen es querer seguir siendo católicos, y seguir siendo católica ella misma.
Y así, en la práctica, al tener que recurrir los sacerdotes de la Fraternidad San Pedro a la voluntad de un obispo del Novus Ordo para oficiar con los ritos tradicionales, están forzados a abandonar la lucha contra la nueva religión que se está instalando en la Iglesia: rechazan el Novus Ordo Missae sólo porque no es propio de su “espiritualidad”, y piden la misa tradicional latina sólo en virtud de su “carisma”, reconocido por el Papa; buscan congraciarse con los obispos locales, alabándoles por el más mínimo signo de espíritu católico, y callando ante sus desviaciones modernistas, aunque haciendo una cosa y otra terminan por animarles en su camino equivocado; y nótese, por ejemplo, que la Fraternidad San Pedro acepta el Catecismo de la Iglesia Católica del año 1992, acepta profesores del Novus Ordo en sus seminarios, y acepta la ortodoxia del Concilio Vaticano II.
Así pues, son católicos conciliares, y no católicos tradicionalistas. Y siendo esto así, asistir a su misa supone aceptar el compromiso en que se basan, aceptar la dirección emprendida por la Iglesia Conciliar y la consiguiente destrucción de la Fe y la Moral católicas, y aceptar, en particular, la legitimidad y ortodoxia doctrinal de la Nueva Misa y del Vaticano II. Y por esto un católico no debe asistir a sus misas (así como nunca es lícito asistir a la de los cismáticos, por muy “santos” que por otro lado sean).