Les presentamos a continuación el editorial del último número de nuestra revista, sobre San Pío X.
El Buen Combate
El 4 de agosto de 1903 el Cardenal José Sarto –Giuseppe Melchiorre Sarto– era electo el 257º sucesor de San Pedro, seguido por su coronación en la Basílica de San Pedro el 9 de agosto de 1903, tomando el nombre de Pío X y teniendo en su escudo de armas el tan conocido “Instaurare omnia in Christo” (Restaurar todo en Cristo).
Algunas personas, entre ellos varios Cardenales, dudaban de su capacidad para dirigir la Iglesia, especialmente por su humildad, mansedumbre y hasta por no hablar Francés.
Lo que pocas personas se percataron en su momento, es que la elección de Pío X, no fue más que la respuesta del Cielo a la petición hecha por el León XIII, al Consagrar el Género Humano al Sagrado Corazón de Jesús en 1899. Es necesario recordar que el siglo XIX fue el siglo del Liberalismo y que la situación no se veía muy alentadora para el siglo XX. Y así fue, el inicio del siglo XX estaba severamente marcado por el Modernismo, una derivación muchísimo más perniciosa, que le valió el título de “compendio de todas la herejías”.
Desde su elección, Pío X, mostró la dirección de su pontificado. Podemos ver que ya para el 22 de noviembre de 1903 editó su Motu Proprio sobre la música sacra; el 19 de marzo de 1904 dictaba el Motu Proprio Arduum sane munus sobre la codificación del derecho. Para 1905, el 15 de abril en su encíclica Acerbo nimis marcaba la necesidad de la enseñanza de la doctrina cristiana. Sobre la comunión frecuente y de los niños, encontramos 3 decretos: De quotidiana el 20 de diciembre de 1905, Romana et aliarum del 15 de septiembre de 1906 y Quam singulari del 8 de agosto de 1911. Encontramos también, las 3 excelentes condenas que hizo del modernismo en Lamentabili sane exitu del 4 de julio de 1907, Pascendi dominici gregis del 8 de septiembre de 1907 y Praestantia Scripturae Sacrae del 18 de noviembre de 1907.
Estos son sólo algunos de los documentos, Encíclicas, Decretos, Constituciones y Motu Proprio que nuestro Santo escribió durante su pontificado.
Podemos destacar cuatro tendencias preponderantes en su pontificado, sin ser estas las únicas. Primeramente encontramos la predominancia de la doctrina y de la liturgia, base de nuestra Fe. Segundo vemos su preocupación por el gobierno de la Iglesia con la codificación de Derecho Canónico, sabiendo que la Ley Suprema es “La Salvación de las Almas”. En seguida encontramos los Medios de Santificación a través de la Sagrada Comunión; su recepción frecuente y aún diaria y la Comunión para los niños a la edad temprana del discernimiento. Y finalmente, una vez establecidas las bases sólidas de la Fe, de la Moral y del Culto, procede a condenar enérgicamente el terrible mal que azotaba y ponía en grave peligro no solo a la sociedad católica sino a la misma Iglesia, “el modernismo”.
Interesante es analizar el pontificado de San Pío X, en donde encontramos verdaderas Virtudes llevadas al heroísmo. Podemos ver como la Mano de Dios va guiando sus palabras y acciones en la dirección de la Iglesia. Entre ellas podemos encontrar la humildad, la piedad y la firmeza descansando sobre las tres Virtudes Teologales.
Nuestro Venerable Fundador, Monseñor Marcel Lefebvre, viendo como el modernismo se había apropiado y establecido en el seno mismo de la Iglesia a través del Concilio Vaticano II, no dudó en escoger como patrono de la naciente Fraternidad Sacerdotal a San Pío X, queriendo darle a ésta, las bases y direcciones tomadas por el Santo Papa. Monseñor quiso que esta Congragación estuviera fundada en la Verdadera Fe, en la Doctrina enseñada por Nuestro Señor Jesucristo y en la Liturgia que corresponde y se desprende de esta misma Doctrina. La Congregación debe seguir las Leyes y Normas dictadas por la Santa Madre Iglesia de tal forma que cada uno de sus miembros tenga el “Sentir de la Iglesia”.
Nuestro Fundador quiso poner énfasis especial en el Santo Sacrificio de la Misa. Colocó la Santa Misa en el centro de nuestra vida sacerdotal, recibiendo de ella, los méritos obtenidos en la Cruz por Nuestro Señor Jesucristo y alimentándonos diariamente de la Sagrada Eucaristía. Pero Monseñor Lefebvre no paró ahí, sabía perfectamente que las medidas anteriores eran indispensables, pero había que seguir más adelante, “combatir el error”. Error contra el que San Pío X había luchado incansablemente durante su pontificado y que ahora, al pasar de los años, se volvía a instalar con toda fuerza en las mismas entrañas de los hombres que rigen la Iglesia.
Y así, desde su fundación, la Fraternidad Sacerdotal San Pío X, tomando como fundamento la Verdadera Doctrina, la Misa Tridentina, el verdadero Sacerdocio Católico y la Liturgia, ha sido la abanderada en la lucha contra el error, que devora y destruye las almas en nuestros tiempos, “el modernismo”.
A nosotros, queridos lectores, nos toca continuar esta lucha. No debemos perder el ánimo, no es tiempo de pesimismo, ni falso triunfalismo, es tiempo de renovar las fuerzas de combate con el Alimento Celestial, y lanzarnos a la lucha. A lo largo de los artículos de este número de Dios Nunca Muere, queremos orientar a nuestros lectores para ser la vanguardia del Buen Combate y afrontar la enorme crisis en la que estamos viviendo.
La lucha no ha terminado aún. Tomemos de la mano a Nuestra Santísima Madre, la Siempre Virgen María, que Ella, con su manto protector nos guiará y defenderá para conseguir la Victoria Final y poder decir con San Pablo: “He peleado el buen combate…, he guardado la fe” (2 Timo., 4, 7).
Padre Jorge Amozurrutia Silva.
Superior del Distrito de México y América Central