Les presentamos a continuación el editorial del último número de nuestra revista, sobre la Cristiada.
Editorial
Queridos Lectores:
A finales del mes de enero y principios de febrero de este año, realicé un viaje por Centro América, visitando tanto el Priorato de Guatemala, como cada uno de los Centros de Misa que la Fraternidad Sacerdotal San Pío X atiende en esa región: Guatemala, la ciudad capital; la hermosa Ciudad de Quetzaltenango, la capital de El Salvador; y Costa Rica, la gran sorpresa. Aquí visitamos Santa Ana, en los alrededores de San José; después Alajuela, también en las cercanías y, finalmente, Aguas Zarcas y Platanar, donde encontramos fieles decididos y comprometidos con Nuestro Señor y su Santísima Madre, lugares donde se ve un fuerte potencial dentro de la Tradición de la Iglesia.
Con gran alegría pude comprobar cómo nuestros países tienen un origen común, La Hispanidad. Todos Ellos tienen dos fundamentos que son el soporte de sus pueblos:
El primero, por supuesto, es la llegada de los españoles a América. Benditos españoles que, enviados por los Reyes Católicos, comandados por grandes hombres como Cristóbal Colón y Hernán Cortés, y acompañados por ejércitos de Santos Misioneros, trajeron a nuestro continente lo más grande que uno podría imaginar: la Religión Católica, la Palabra de Dios, el conocimiento del Único Dios Verdadero, la Fe. La Hispanidad es el común denominador en todas estas naciones, unidas por la única Religión Verdadera y Universal, unidas por la misma lengua. Somos hispanos, somos Católicos, somos la unión de dos culturas, la española y la indígena. Negar nuestros orígenes es negarnos a nosotros mismos.
El segundo suceso se da 39 años después de la llegada de Colón a América, y es la llegada, para quedarse con nosotros, de la Madre de Dios, de la Santísima Virgen de Guadalupe, la Morenita del Tepeyac, Reina de México y Emperatriz de América. Ella es la unión de nuestros pueblos, Ella rige nuestras naciones, Ella nos cuida y quiere, Ella es la que vela por cada uno de sus hijos.
Pero, estas dos grandes Bendiciones, que nos han llegado del Cielo, han desatado la ira arrasadora del demonio. Éste ha empleado todo tipo de trucos y artimañas para destruir el edificio y los fundamentos de nuestras naciones Hispanoamericanas. Las ha atacado arteramente, sea con malos gobiernos, con invasiones, guerras, persecuciones, sectas, etc.
Es por esto que hemos querido dedicar el Número 50 de la revista Dios Nunca Muere al estudio de la acción del demonio sobre uno de estos pueblos, el mexicano, y la reacción valiente de éste en la primera mitad del siglo XX: La Persecución Religiosa y la respuesta de los católicos, llamada La Cristiada o La Guerra Cristera.
Algunos han querido olvidar este episodio en la vida de México, ignorando y menospreciando el alcance de esta persecución y defensa. Pero nosotros no queremos ni debemos olvidarlo. Es una gesta gloriosa en la vida de este país, pues valerosos seguidores de Cristo y de la Guadalupana, derramaron su sangre. "La Sangre de los Mártires es semilla de Cristianos".
Sin embargo, como dice el poeta: ¿Qué queda de mi Patria?. Con tristeza se puede corroborar que los países Hispanoamericanos estamos perdiendo, poco a poco, nuestra identidad. El modernismo, el liberalismo, el protestantismo y demás sectas se han introducido a pasos agigantados en la Iglesia, en la sociedad y en los individuos, destruyendo, no solamente desde afuera, sino desde dentro mismo, las raíces de nuestros pueblos.
Estos ataques no han terminado aún, es más, pareciera que el demonio se levanta con la victoria. Los ataques han provocado una crisis generalizada que ataca al mundo entero en todos los ámbitos. Crisis que ha llegado tan lejos que algunos confundirían diciendo que no hay salida, aun la misma Iglesia se encuentra en una crisis sin precedentes. La situación actual nos trae a la memoria las palabras de San Pablo en su Epístola a Timoteo (4, 3):
Porque vendrá tiempo en que los hombres no soportarán la sana doctrina, antes bien acudirán a una caterva de doctores según su gusto, que halaguen sus oídos y se amolden a sus desordenados deseos”
Mis queridos lectores, tomemos el ejemplo de estos valerosos Cristeros que lucharon por su Dios, por su Madre, La Virgen, y por su Patria. No desfallezcamos ante los obstáculos, demos la batalla. Es necesario volvernos a nuestros orígenes y defenderlos, si es necesario, con la vida misma.
Hagamos que resuene en nuestras inteligencias y en nuestros corazones, en nuestros actos y palabras, y a todo pulmón gritemos con estos Santos Cristeros al entregar la vida por Cristo Nuestro Señor:
¡Viva Cristo Rey! ¡Viva Santa María de Guadalupe!
Padre Jorge Amozurrutia Silva.
Superior del Distrito de México y América Central
Índice
Editorial Pág ...1
Cronología de la gesta Pág ...3
La Doctrina de Cristo Rey Pág ...14
El derecho público de la Iglesia Pág ...17
Seréis mis Testigos Pág ...20
El deber cristiano de la lucha Pág ...22
La Cristiada y el Magisterio Pág ...28
Los Guerreros Pág ...32
Los Pastores Cristeros y los que no quisieron serlo Pág ...40
Los Arreglos Pág ...45
La lucha continúa Pág ...56
Crónica Pág ...59