¡Feliz fiesta de San José! - 19 de marzo
San José es el hombre (varón) más elevado en dignidad que ha existido y que existirá. Su oficio, sus prerrogativas, su virtud, su santidad, son realmente de una altura incomparable, sólo por debajo de su esposa la Virgen Santísima. Por lo tanto, en el cielo tiene el grado más elevado de gloria después de la Virgen María.
Tenemos, entonces, en él, un magnifico modelo de lo que debe ser un hombre, de lo que debe ser un varón. En este tiempo en que los hombres somos tan poca cosa, es bueno que dirijamos nuestras miradas a este santo varón, que nos dio grandes lecciones de cómo debe comportarse un hombre.
Veamos entonces qué virtudes deben brillar en un hombre y cómo éstas brillaron de una manera excelsa en San José. Y empecemos por las virtudes teologales:
La fe brilló de una manera muy especial en San José. Cuántas dificultades tuvo que enfrentar. La persecución de su Hijo, con el cual tuvo que escapar para salvarlo de la muerte. La angustia de no encontrar un lugar donde su esposa pudiera tener al niño. Sin embargo, jamás desfalleció su fe, ni siquiera cuando en secreto pensaba dejar a su esposa porque no entendía lo que pasaba. ¡Qué diferencia con nosotros hombres modernos, que tenemos una fe tan frágil, que a la menor dificultad se derrumba!
La caridad fue inmensa en él. Cómo amaba a Dios; todo lo hacía por amor a Dios y para Dios y por eso Dios lo probó sometiéndolo a increíbles dificultades. Pero él salió airoso de las pruebas y amando aún más a Dios. Y es que de eso se trata esta vida, amados hermanos, de amar a Dios, aún en medio de las adversidades. ¿Qué amamos los varones? Muchas cosas ciertamente, pero qué poco amamos a Dios. Si me amais cumpliréis mis mandamientos, dice Nuestro Señor. Pero nosotros cumplimos sus mandamientos a regañadientes, tratando de vivir siempre al límite.
Dice San Bernardo: “Guardaos de amar los bienes cuya posesión es una carga, cuyo amor mancha y cuya pérdida desgarra”. Por eso vivió San José en la pobreza, porque todo su amor era para Dios.
Veamos ahora las virtudes cardinales:
La prudencia, que es una virtud fundamental en un varón, también la encontramos en abundancia en San José. ¿Podemos imaginarlo siendo precipitado (haciendo, antes de considerar las cosas), inconsiderado (siendo negligente al considerar las cosas), inconstante (cambiando fácilmente de propósito), negligente (haciendo mal las cosas), podemos imaginarlo con todos estos vicios contra la virtud de prudencia? Claro que no. Con qué exquisita prudencia dirigió a su familia, educó a su Hijo, mandó a su esposa. ¡Y nosotros somos tan imprudentes para tratar al prójimo y para hacer nuestras cosas!
Ahora, pasemos a la justicia, otra virtud tan importante en un hombre. Dicen las Escrituras que San José era un varón justo. Entonces nos explicamos que haya brillado en él la virtud de religión (que es parte de la justicia), virtud muy varonil, aunque muchas veces se piense que es más propia de las mujeres. Pero vemos cómo San José llevaba a su familia a Jerusalén a cumplir con sus deberes religiosos. Mientras más religioso un varón, más hombre, porque está usando mejor su razón. Pobre sociedad la nuestra, el varón que es su cabeza, se siente muy cómodo teniendo una actitud irreverente para con Dios y no cumpliendo con sus deberes. Es una sociedad profundamente injusta.
Y la obediencia, también perteneciente a la justicia. Vemos a San José obedeciendo rápidamente a todas las indicaciones de Dios. Un verdadero hombre es obediente, no vive buscando su propio interés, sino que vive para aquel que es su Señor.
Si vemos la virtud cardinal de la fortaleza y pensamos en ella como algo que debe distinguir a un varón, porque es la virtud que nos ayuda a no desfallecer en la consecución de los bienes arduos, entonces debemos pensar en la paciencia, indispensable para este fin. Sí, los hombres pacientes son hombres fuertes, y San José lo fue de manera notable. Cómo soportó los males, sin desanimarse. Dios necesita hombres de verdad, que no se desanimen y que luchen por su causa hasta el fin, sin esperar grandes consuelos, hombres como San José.
Y por fin llegamos a la templanza. ¿Podremos hacernos una idea de la pureza de San José? Un hombre verdadero debe ser casto y puro,pero hoy se piensa que es al contrario. San José fue un Hombre con mayúscula y por eso fue el esposo de la Santísima Virgen. ¡Que desastre los hombres modernos! La impureza es un signo de que el hombre moderno no puede dominarse, que es esclavo de sus pasiones, y por lo tanto, es un hombre con minúscula.
Terminemos con la humildad, que también es parte de la virtud de templanza. Por ella nos sometemos a Dios y reconocemos nuestra miseria. San José, que habría podido gloriarse de ser el Padre del Hijo de Dios, estuvo completamente sometido a Dios y su único anhelo era servirlo y amarlo. Pero nosotros los hombres modernos sólo buscamos ensalzarnos a nosotros mismos y no estar muy cerca de Dios, porque prohíbe nuestros desórdenes.
Ahora, combinemos todas estas virtudes de San José, ¿y qué obtenemos? Pues un jefe, un excelente jefe, que para eso ha puesto Dios a los varones sobre esta tierra, para liderar, para guiar y enseñar.
San José fue un extraordinario jefe de la Sagrada Familia. No dudó en ejercer su misión y su autoridad. Hoy, sin embargo, los hombres no quieren ser jefes porque eso significa tener que esforzarse, significa problemas y olvido del bien particular, cosa insoportable para el hombre con minúscula de nuestros tiempos.
Entonces, levantemos nuestros ojos y miremos a San José, queridos fieles, (sobre todo los varones, no importando si son jóvenes o ya maduros). He ahí nuestro ideal. Pero el que quiera tener una vida cómoda, el que no quiera ser un hombre capaz de enfrentar dificultades y sufrimientos, que mire a otra parte, que mire pantallitas, pero que no mire a San José, porque él es el modelo de los hombres con mayúscula.
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