Ya está a la venta el nuevo número de la Revista Dios Nunca Muere No. 62 - "Las Dos Ciudades"
Presentamos a continuación el editorial del último número de nuestra revista Dios Nunca Muere que esta vez lleva por título "Las Dos Ciudades".
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"Dos amores han dado origen a dos ciudades” “El amor de sí mismo hasta el desprecio de Dios, la terrena; y el amor de Dios hasta el desprecio de sí, la celestial. La primera se gloría en sí misma; la segunda se gloría en el Señor”.
Éstas son palabras del gran San Agustín. Es impresionante notar cómo hoy en día se puede palpar el combate que existe entre estos amores. Vemos cómo la civilización cristiana es atacada por todas partes y como nunca. El Hombre ya no quiere someterse a Dios, a su Doctrina, a su Verdad salvífica. No quiere reglas o leyes que vienen de la autoridad, y como consecuencia lógica tiene alergia a todo lo que es sobrenatural, impuesto por Dios por vía de autoridad. No le interesa nada más que hacer lo que él quiere, recordándonos así lo que advertía hace siglos el apóstol San Pablo a su discípulo Timoteo: “porque vendrá tiempo en que los hombres no podrán sufrir la sana doctrina, sino que acudirán a una caterva de doctores según su gusto, que halaguen los oídos y se amolden a sus desordenados deseos; y cerrando su oído a la verdad, lo aplicarán a fábulas.”
El culto del Hombre predicado desde el Renacimiento, pasando por la Revolución llamada francesa y su declaración solemne de los Derechos del Hombre, y hasta nuestros días, es evidentemente parte de estas fábulas a las cuales alude el Apóstol de las naciones. Es una nueva religión, centrada en el Hombre y ya no en Dios.
Y hemos de lamentar que hoy en día, los hombres de Iglesia, desde el Vaticano II, se han puesto al servicio de esta predicación. No se predica más el amor a Dios, que quiere salvar nuestras almas y conducirnos al cielo a través de su gracia que nos conseguirá la victoria sobre nuestras pasiones y pecados y los medios para practicar la virtud; se predica al contrario el amor del Hombre, su exaltación, gloria e independencia, no se habla más de pecado, de gracia o de salvación, sino de tolerancia, de fraternidad, de humanidad, de libertad, de igualdad de todo género, etc.
Los textos pontificios pasaron de un discurso vertical y sobrenatural, a un discurso horizontal y naturalista, despreciando así la obra de Dios. Pero esta oposición de amores se refleja más allá de la doctrina, la vemos claramente en las artes de la pintura, música y literatura. Dios quiera que la lectura de los artículos que siguen ayuden a nuestros lectores a convencerse de la realidad de este combate y a elegir la ciudad celestial: el amor de Dios hasta el desprecio de sí mismo.
R.P. Pierre Mouroux
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