El smartphone en el tiempo de Adviento

Fuente: Distrito de México

¡Ha llegado la hora de despertar de nuestro letargo! Con el tiempo de Adviento comienza un nuevo año litúrgico. Es un tiempo de penitencia que tiene como fin prepararnos para las gracias de la Navidad, el nacimiento de nuestro Salvador.

Es un tiempo en que todo buen católico debe hacer sacrificios. ¿Qué sacrificios vamos a hacer durante este tiempo de Adviento? ¿Qué esfuerzos ofreceremos al Niño Jesús para que nuestro corazón esté listo, el 24 de diciembre, para recibir al Mesías?

Aquí les proponemos una idea para un excelente sacrificio: hacer uso de su teléfono celular de manera razonable, moderada y limitada. En otras palabras, usar el teléfono únicamente cuando lo requiera su deber de estado, y nada más. El resto del tiempo, mantenerlo alejado o apagado.

Algunos tal vez dirán: ¡esa es una penitencia demasiado difícil! Nunca seré capaz de hacerlo. Estoy tan obsesionado, soy tan adicto y dependiente de mi teléfono que no podré lograrlo.

¡Pero esa es precisamente otra razón para tomar esta resolución! Cuando se ha caído en la adicción a las drogas, es necesario desintoxicarse disminuyendo progresivamente la dosis. De la misma manera, cuando la droga se llama smartphone, debemos aprender, poco a poco, a hacer un uso mínimo de ella.

Una resolución oportuna

Tal resolución es muy oportuna porque el uso excesivo del smartphone nos lleva a cometer muchísimos pecados.

En primer lugar, está la pérdida de tiempo. Dios no nos regala el tiempo; solo nos lo da en préstamo. No tenemos derecho a hacer mal uso de él. En nuestros últimos momentos, el Juez Soberano nos preguntará: “¿Cómo usaste tu tiempo en esta tierra?” Vamos a tener que rendir cuentas de cada minuto que perdimos mirando cosas inútiles en nuestras pantallas. Es posible que Dios nos diga: “Pasarás tanto tiempo en el Purgatorio como el que desperdiciaste en tu teléfono”. Hay algunas personas que dedican en promedio dos horas al día mirando tonterías. Durante un período de 30 o 40 años, ¡la pérdida de tiempo acumulada es inmensa! Y, durante ese tiempo, no estamos orando, no estamos leyendo y estamos descuidando nuestro deber de estado.

Además de la pérdida de tiempo, está el espíritu del mundo que llena nuestro corazón. El tiempo que pasamos en nuestro teléfono no suele elevar nuestras almas, porque las cosas que miramos son vanas. Ciertos videos, artículos y series no son dignos de ser vistos por un cristiano. Algunos responden: “¡Me relaja! Cuando vuelvo del trabajo y estoy cansado, veo cosas bobas y eso me relaja”. Sin embargo, algunas formas de relajación no son dignas de un católico. Nuestro Señor murió en la cruz para salvar nuestras almas. No tenemos derecho a ensuciar esas almas y contaminarlas poniéndolas en contacto con una mentalidad pagana. Al mirar tonterías, el alma se degrada, se debilita, se vuelve tibia y termina por no darse cuenta de lo que ofende al Buen Dios. Es necesario relajarse, por supuesto. Todo ser humano tiene necesidad de descanso y de despejar la mente. Pero un católico no tiene derecho a relajarse como si Dios no existiera. Hay actividades deportivas, musicales y culturales que son legítimas y proporcionan descanso a nuestro espíritu de manera cristiana. Descansar o relajarse con el smartphone es una tentación diabólica.

Un obstáculo para la oración

Además de esto, una mente saturada de imágenes, sonidos e información, se empantana a la hora de reflexionar y orar.

Para algunos, su adicción es tan grave que no pueden evitar usar su smartphone incluso mientras comen; o por la noche en sus camas, en lugar de dormir. Otros llegan a mirar su teléfono inteligente en la iglesia, durante la Misa, algo que demuestra una falta de respeto a Dios.

Un canal para la impureza 

Hay mucho que decir también sobre la impureza a la que se puede acceder tan fácilmente en el smartphone. ¿Cuántas almas han muerto, cuántas imaginaciones se han ensuciado para siempre, cuántas inocencias se han perdido, cuántas castidades se han destruido, por culpa de este artilugio? El diablo se regocija y celebra sus hazañas. Lucifer reconoce con satisfacción que, gracias a estos teléfonos, el infierno se está llenando aún más rápido que antes.

Satanás no tiene un teléfono inteligente. No quiere uno, porque no tiene tiempo que perder. Todo su tiempo está lleno; gasta toda su energía logrando que la gente pase tiempo en sus teléfonos. Sabe que, por medio de la esclavitud a la pantalla, impone su dominación infernal sobre el mundo. Y ahora mismo se frota las manos porque su estrategia está funcionando muy bien y está dando abundantes frutos. Muchas personas hoy en día están a punto de quemarse eternamente en las llamas del infierno debido a su smartphone.

Si la Santísima Virgen María viviera en nuestra era, ¿cuántas horas pasaría en su teléfono cada día? ¿Perdería su tiempo en YouTube viendo videos inútiles?

Lo más triste es ver que incluso los niños se ven afectados por esta plaga. Numerosos estudios europeos y estadounidenses demuestran que algunos jóvenes de 12 y 13 años se han vuelto adictos a la impureza porque sus padres, con una tonta ingenuidad, les han regalado un smartphone, como si fuera posible que lo utilizaran razonablemente a su corta edad. Esos padres son delincuentes, porque dan esos dispositivos a sus hijos sin controlar el contenido. La curiosidad enfermiza existe incluso en niños de 8 años.

He aquí, pues, un buen propósito para retomar con fuerza durante este tiempo de Adviento: utilizar el smartphone solo cuando haya una necesidad real y nunca para relajarse. Este es un sacrificio meritorio que agradará mucho al Buen Dios. Entonces, en la noche de Navidad, nuestras almas estarán listas para recibir al Niño Jesús y ser colmadas de sus gracias.